El Comité de Protección a Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) ha preparado un informe que recoge múltiples casos en todo el mundo de ataques contra caricaturistas y a su vez alerta del incremento de la represión a este colectivo durante períodos de inestabilidad política, económica o civil y de inseguridad y conflicto.
«Cualquier Estado fallido o líder [en una posición frágil] que se aproxima ya sea a unas elecciones o a algún tipo de transición política, siempre reprime a los caricaturistas en períodos de inseguridad y conflicto. Casi que hay una fórmula que podemos reconocer bien por adelantado que nos dice cuándo la situación se está tornando riesgosa para los caricaturistas», ha expresado en el informe Robert Russell, director ejecutivo de Cartoonists Rights Network International, una organización de defensa y monitoreo radicada en Estados Unidos.
El informe recopila los casos más sonados en los últimos años a los que se han enfrentado los caricaturistas en diferentes partes del planeta. Asimismo, incluye los sucesos en los que han existido demandas o ataques, como el caso de la revista francesa Charlie Hebdo hace unos meses.
Entre ellos destaca el malasio Zunar, quien se enfrenta a la posibilidad de ser sentenciado a una pena de 43 años de cárcel por nueve cargos de sedición; el de Arifur Rahman, un galardonado caricaturista bangladesí arrestado en 2007 después de que clérigos musulmanes locales interpretaran que una de sus caricaturas presentaba al profeta Mahoma como un gato; el caricaturista sirio Ali Ferzat, a quien le aplastaron las manos para impedir que dibujara; o la del ecuatoriano Xavier Bonilla, cuyo trabajo ha tenido que ser «rectificado» a pedido del Gobierno de su país.
«Si bien los caricaturistas utilizan el humor, la hipérbole y la insinuación para transmitir su mensaje, a menudo son objeto de hostigamiento exactamente porque sus descripciones satíricas, ya sean abiertas o solapadas, son capaces de comunicar ideas políticas complejas de una manera que es accesible para audiencias masivas y que encuentra eco en ellas», señala el informe, preparado por Shawn W. Crispin, un periodista radicado en Tailandia.
El exilio de los caricaturistas es otro de los temas que analiza este informe, en el que se presenta, entre varios otros, el caso del iraní Mana Neyestani, encarcelado en 2007 por una caricatura que mostraba a un niño que conversaba con una cucaracha, y que fue interpretada como un insulto al grupo minoritario azerí porque la antropomórfica cucaracha aparecía hablando una palabra en su dialecto, según Neyestani. O el de la estadounidense Molly Norris, a quien el FBI le sugirió que cambiara de identidad tras recibir múltiples amenazas hacer un llamado en su página de Facebook a favor del día de ‘Todos dibujen a Mahoma’.
En este sentido, Robert Russell ha señalado que no cree que muchos realmente comprendan la gravedad de que «una caricaturista haya tenido que ingresar a lo que en la práctica es una versión del programa de protección de testigos del FBI».
«Siempre digo que un caricaturista es como un paracaidista: saltamos desde el avión incluso si tenemos mucha ansiedad. Es nuestro trabajo y nuestra pasión, y por ello saltamos con la esperanza de que tendremos un aterrizaje seguro», ha concluido Neyestani desde su exilio forzado en París.