Repreoducimos el artículo publicado en ‘periodismo para periodistas’ quese puede consultar completo en esta dirección: http://periodismoparaperiodistas.blogspot.com/
El mundo de la información anda revuelto por el cese de Soledad Gallego-Díaz en la dirección de El País, diario de referencia internacional durante varias décadas. Será sustituida por Javier Moreno, el ejecutor de los ERE que diezmaron el periódico y muchas credibilidades. Nada conmueve en España más que una censura –real o aparente- en el periodismo, aunque eso vaya tan por barrios que más de uno se quedó en el camino con su paro y su hambre sin más contemplaciones. A otros les sirvió para levantar toda una carrera.
Para empezar a hablar de este espinoso tema habría que dejar sentado que nadie es imprescindible en periodismo y que es el periodismo lo que hay que preservar. El problema es extremadamente grave: el coronavirus también ha sacudido a los medios de comunicación porque sufrían de patologías previas de enorme entidad. Lo lógico sería que el periodismo resistiera y se expandiera en nuevas formas, conservando su esencia eterna de contar lo que se debe saber. Pero para ello habría de superar la propia degradación a la que ha abocado a la sociedad.
La creación de grandes emporios que vendían desde noticias a libros, cuberterías y toallas no es ajena a la génesis de la gran crisis, porque les hipotecó. En dinero y en su propio fin. Sucedió en un momento crítico: al tiempo que se propagaba Internet con los cambios vertiginosos que ha supuesto.
La prensa -en genérico- ha sido un factor determinante de la crisis social que vivimos. En España de forma alarmante. ¿Cómo pudieron crecer tantas corrupciones y de tal altura sin que la prensa fuera testigo y denuncia masiva? Fueron también los difusores de la banalización de la sociedad que la hizo mucho más vulnerable. El hoy de los medios es de vértigo. Sumidos en una crisis económica anterior, que ha agravado la pandemia, se ahogan. Se han acogido a ERTEs muchos de ellos, han pedido ayuda económica al gobierno, al mismo que varios de ellos agreden con sus mentiras. El proselitismo ideológico no es periodismo, dejémoslo claro.
El problema es tan serio que ya ni ese elemento clave se distingue con nitidez. El periodismo ha derivado de tal forma que en numerosos medios se busca el clickbait por encima de todo, por encima de la información, sin duda. Lo que cuenta es poder ofrecer al anunciante sus visitas. En los medios audiovisuales, la audiencia; lograda en gran medida por hechos escandalosos. Esto ya ha matado prácticamente al periodismo. Desde luego anda en rebajas, en liquidación.
Una dura competencia para los medios y periodistas que buscan mantener el periodismo y aún revalorizarlo por su importancia esencial. Explicaba el periodista Pedro de Alzaga en «Derribar los Muros» que han aparecido nuevos puestos de trabajo en los medios para localizar lectores y darles lo que buscan: «perfiles cada vez menos periodísticos, pero muy pendientes del rendimiento de la información y de su retorno en clave de cifras de audiencia». Hoy el principal negocio mundial son los datos, nuestros datos, los que aportamos.
Este complejo panorama ha sido caldo de cultivo para -en lugar de información y con intereses espurios desde luego-, servir a discreción bulos y fakenews. Sabiendo como ya sabemos que se expanden por las redes a mayor velocidad y con mayor permanencia que las noticias auténticas y tienen una trascendencia enorme.