Los periodistas siempre estamos dispuestos a contar las historias y noticias de otros, pero hoy 24 de enero, fecha en la que celebramos la festividad de nuestro patrón San Francisco de Sales, también es el momento de hablar de nosotros mismos, y de lo que es más importante, de la profesión que un día Gabriel García Márquez definió como “el mejor oficio del mundo”.
Bajo ningún pretexto me atrevería a contradecir al afamado periodista y escritor colombiano, pero si nos atenemos a la realidad actual quizás sea necesario añadir que además de ser el mejor oficio del mundo también es uno de los que más dificultades tiene a la hora de ser ejercido, ya que existen unos males recurrentes que acechan a nuestro sector desde hace ya muchos años y otros de más reciente aparición pero que están haciendo mucho daño a la profesión.
La llegada de la crisis económica a nuestro país no iba a tener al periodismo como una excepción en cuanto a la destrucción de empleo, pero bien es cierto, que si en otros sectores se ha conseguido un pequeño repunte en la generación de empleo los periodistas no hemos tenido tanta suerte. El descenso de los ingresos publicitarios se ha traducido en el cierre de diversos proyectos periodísticos o en el mejor de los casos, en despidos puntuales en las redacciones. Y es precisamente esta reducción en las plantillas de los medios de comunicación lo que está provocando una precariedad laboral alarmante, que se traduce en horarios abusivos y en sueldos ínfimos si tenemos en cuenta tanto la preparación de los profesionales como las horas diarias que tienen que estar en su puesto de trabajo. Además, esta precariedad también acarrea una disminución de la calidad de la información, con la insatisfacción personal y profesional que esto provoca. La ciudadanía se merece la mejor información posible, pero en ocasiones es imposible poder ofrecerla por no contar ni con los medios técnicos ni humanos, motivo por el cual es necesario hacer un llamamiento a los gestores de los medios de comunicación para que apuesten por el periodismo de calidad, al que sólo se puede llegar con una correcta dimensión de las plantillas y unas condiciones laborales dignas. En este sentido, lamentablemente tenemos que recordar el cierre a inicios de 2018 de la cabecera El Día de León, lo que además de la pérdida de puestos de empleo también conllevó una disminución de la pluralidad informativa, algo que siempre es negativo para cualquier sociedad democrática.
Otro de los males que nos acechan desde hace ya varios años es el intrusismo y la entrada al sector de profesionales no titulados ni graduados en periodismo ni en comunicación audiovisual, lo que en muchos casos origina una reducción del prestigio de la profesión por malas prácticas de estas personas y su no respeto al código deontológico de la profesión. Desde la Asociación de Periodistas de León hemos defendido siempre que la única manera de luchar contra este problema es seguir insistiendo a instituciones y medios de comunicación para que sólo contraten a personas con la correspondiente titulación, algo que por desgracia no siempre sucede, ni en el caso de los organismos públicos ni en algunos medios de comunicación.
Ya de más reciente aparición, pero también con consecuencias nefastas, es necesario detenerse en la desinformación y la proliferación de las noticias falsas. Y el motivo de preocupación es doble. Por un lado, la cada vez más abundante difusión de noticias falsas está queriendo ser utilizada por los poderes públicos para crear comisiones o entidades que vigilen a los periodistas y a los medios de comunicación, lo que sin duda choca frontalmente con los derechos a la libertad de expresión y al de información, reconocido en nuestra Constitución. Y por otro, está provocando una disminución de la credibilidad de los medios de comunicación, a pesar de que en la mayoría de las ocasiones las noticias falsas son difundidas por otros soportes que no tienen nada que ver con un medio de comunicación. Por esta razón, es de vital importancia que desde las instituciones públicas y educativas se implanten planes y programas para fomentar una actitud crítica ante la información y sobre todo poner en valor la actividad de los medios de comunicación, ya que es el único camino para que una persona pueda identificar si la información que consume procede de un medio de comunicación real o de otro emisor del que se desconocen sus objetivos.
No sería honesto finalizar sin dedicar también unas líneas a la autocrítica, ya que todos los días los periodistas debemos recordarnos a nosotros mismos la importante función pública que desempeñamos, lo que sin duda nos debe llenar de orgullo pero también de responsabilidad, ya que no podemos fallar a nuestros lectores, oyentes o telespectadores. Y la única manera de no fallarles es hacer un periodismo de rigor y de calidad, intentando sobreponernos a todos los inconvenientes que acechan a nuestra profesión y que he mencionado anteriormente. Lo debemos hacer por ellos y por nosotros.
Pedro Lechuga Mallo
Presidente de la Asociación de Periodistas de León (APL)