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Roger Jiménez profundiza en el análisis de este aspecto fundamental de la información y enlaza con el Código de Deontología de la FAPE. El Jurado del Premio valoró este trabajo de forma significativa

Pocas horas después de hacerse público el veredicto, la FAPE ha hablado con el veterano periodista

-¿Ha mejorado o empeorado el cumplimiento de la Deontología en el actual periodismo español?

La práctica deontológica está en retroceso en el periodismo escrito sin dejar de estar en el punto de mira del lector, al que nunca hay que subestimar. Es capaz de advertir dónde se encuentra la estafa, la manipulación, el truco mercantil, la publicidad encubierta o la descarada inclinación política. En el prólogo de mi último libro, Manu Leguineche ya nos advierte de que la concentración de empresas informativas contribuye, en determinados casos, al periodismo de cadena de montaje, al concepto del “pensamiento único”. Se compran empresas como una forma de acumulación del poder y, de paso, para hacer negocio, o viceversa. Mientras siga esta pauta, existe el peligro de que se imponga el silencio, la cortina de humo, la información como sucedáneo y la consiguiente deserción de los lectores. Nada es comparable a poder mirarse cada mañana al espejo sin sonrojarse.Roger

-¿Qué medidas convendría adoptar para el mejor cumplimiento de los principios deontológicos?

Estos tiempos de crisis en el sector necesitan, más que nunca, de periodistas bien preparados, lúcidos y honrados. La libertad para escribir en democracia y sin censura, pero también para iluminar sombras, denunciar injusticias y delitos de los poderosos, quebrar los tabúes, evitar el sectarismo, no caer en la trampa de servirse de la página editorial como arma arrojadiza para intereses que no son los del lector, para ventilar disputas personales. La respuesta está en el rigor, el vigor, la firmeza y la humildad. La prensa tiene mala prensa entre amplios sectores de ciudadanos a los que no les parece que cumpla con su deber.

Esta tendencia sólo se puede combatir abrazando los principios éticos, que los profesionales del periodismo hagan bien su trabajo, que no pierdan su conciencia crítica, que no la sustituya por la conciencia empresarial o por la de los poderosos que pugnan para que ciertas noticias no salgan a la luz. La independencia de un periodista depende únicamente del periodista. Decía el gran Indro Montanelli que quien quiere hacerse respetar puede hacerse respetar, y que son contados los editores de periódicos, privados o públicos, que se atreven a enzarzarse en una guerra con un periodista de carácter y que goce de un cierto crédito ante la opinión pública. Esta es la verdadera garantía de su independencia, no este o aquel aspecto empresarial de la editora.

Parece como si los periodistas hubieran perdido el rumbo de su oficio y la orientación acerca del papel que les corresponde en el gran teatro del mundo. Pero no quiero mostrarme pesimista, porque estoy persuadido de que todavía quedan profesionales románticos, conscientes de su cometido de servicio al público y plenamente dedicados a la tarea de intentar llevarlo a la práctica en beneficio de la sociedad, que debe implicarse cada vez más en esta tarea “cómplice” de exigencia deontológica.