-Es imprescindible redoblar la atención a las reglas tradicionales del periodismo ante el cambio radical del escenario de la comunicación producido por la implantación de las redes sociales y las nuevas tecnologías.
-Pese a las exigencias de inmediatez, los errores proceden de la falta de verificación, rigor y precisión. El contraste de fuentes sigue siendo una exigencia primordial y, ante la sobreinformación, la capacidad para distinguir cuáles son fiables es trascendental.
-La prudencia debe subyacer ante las prisas inherentes a lo digital por informar de inmediato. El rumor y la especulación en los casos de tragedias y catástrofes no se convierten en noticia hasta que lo confirmen fuentes oficiales.
-Los periodistas deben extremar su compromiso ético para distinguir fehacientemente qué deben contar, cuándo y cómo. Somos responsables de lo que contamos.
-Los periodistas deben respetar el espacio y el dolor de las víctimas y sus familiares, solo acceder a ellos con su consentimiento previo y actuar con empatía a la hora de relacionarse e informar. Hay que tener siempre en cuenta que las víctimas son las grandes perjudicadas.
-Solo se deben ofrecer imágenes impactantes cuando aporten información y valor añadido. No es aceptable emitir repetidamente en bucle las imágenes de las víctimas. Nunca hay que olvidar que detrás de las catástrofes hay personas.
-Hay que respetar el enfoque de género en las imágenes con que se ilustran las desgracias, ya que suelen aparecer más mujeres que hombres, acentuando este hecho el cliché de la debilidad femenina.
-En los casos de atentados, los periodistas deben evitar que los terroristas se conviertan en los protagonistas de las noticias, poniendo también cara y circunstancias a las víctimas.
-Los periodistas deben extremar el cuidado y repensar si es conveniente la publicación de información sensible en las redes sociales. Hay que tener en cuenta que esa información puede ser valiosa para los terroristas.
-La coordinación entre los portavoces de las autoridades y los periodistas para despejar bulos en las redes sociales es fundamental.
-Se debe exigir la máxima transparencia a las autoridades a la hora de transmitir información. La ausencia de información cierta o su ocultamiento propician que se recurra a fuentes poco o nada fiables.
-Los gabinetes de prensa de las distintas autoridades deben liderar el proceso informativo y hacer frente a la incertidumbre de la ausencia de información sobre la tragedia.
-Los medios deben informar sobre las “tragedias invisibles”, como, por ejemplo, las enfermedades prácticamente desconocidas hasta el momento en el que se convierten en epidemias.
-Hace falta una mayor autocrítica entre los periodistas: pese a que los errores en los sitios webs se pueden corregir, durante el tiempo que han estado publicados son susceptibles de dañar a algún ciudadano.
-Los periodistas que cubren tragedias y catástrofes pueden sufrir “shocks” emocionales u otros traumas. Por ello, es necesario que, al igual que sucede con otros colectivos que se enfrentan habitualmente a ellos, se extienda a los profesionales de la información la posibilidad de recibir ayuda psicológica in situ y a posteriori.